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¿Te atreverías a revisar si eres una persona tóxica?

Llevo mucho tiempo queriendo hablar de este tema de la persona tóxica.

Y como aún tengo que aclarar muchas ideas, he querido que sea Sergio el que traiga a discusión la visión que tiene del tema.

Porque pienso que de alguna manera todos somos tóxicos, así como somos seres de luz y magia que podemos hacer grandes cosas.

El asunto está en que señalar es muy fácil y ver en los demás los defectos y cosas malas que tiene lo hacemos todos.

Sin embargo, mirar para adentro y asumir la responsabilidad de descubrir que tú también puedes ser una persona llamada tóxica, es donde viene el desafío.

Por eso quería traer a Sergio, porque él tiene una idea muy clara sobre este tema y sé que su visión.

Una visión más enfocada en datos, puede ayudarnos a todos a tener mayor claridad sobre el por qué nosotros también podemos ser tóxicos y cómo el identificarlo puede ayudarnos a vernos y ver a los demás de otra manera.

Así que sin más espero te guste este post y me cuentes al final de todo:

¿Qué piensas de esto? ¿Crees que las personas tóxicas son otros y no tú? Te leo en los comentarios.

¿De qué va todo esto de las personas tóxicas?

A menudo sucede que a quien le gusta hablar de personas tóxicas nunca volverá sus lentes hacia sí mismo.

Los tóxicos son siempre los demás, como le gusta decir últimamente a Alfonso Alcántara, de Yoriento…

E incluso, llevándolo más allá, pide abiertamente en sus ponencias que las personas tóxicas de la sala levanten su mano.

¿Cuántas lo harán? Esa es la gran pregunta.

El asunto es que estamos viviendo una nueva moda donde todo lo que no encaja con nuestra forma de ver la vida y de vivirla inmediatamente es tipificado como antagonista, negativo, cercenador y cosas por el estilo.

Todo lo que nos pinche la burbuja, nos baje de la nube, nos pida responsabilidad personal y amplitud de miras tiende a ser menospreciado y denostado de esta manera.

Por ejemplo, buceando por la red encontré una breve guía para desenmascarar a los hombres tóxicos en la que aprovechaban la polémica del anuncio estilo “#MeToo” de Gilette.

En el cual la empresa cuestionaba uno de sus eslóganes de toda la vida: “lo mejor para el hombre”, o en inglés, “the best the man can get”.

El eslogan en inglés también tiene otro sentido, que es con el que juega el anuncio: “lo mejor que el hombre puede (llegar a) ser”.

A raíz de ese sentido, Gilette planteaba un anuncio que rinde pleitesía a la corriente de lo políticamente correcto:

Lleno de hombres blancos ostentando lo que se presentan como malas conductas, y de hombres y mujeres de otras etnias que les llaman la atención al respecto (o “los ponen en su sitio”, podríamos decir).

La inflamación que esto produjo en hombres y mujeres que veían esto como un ataque gratuito a la figura masculina tomando la conducta de individuos en particular y asignándola a todo un colectivo en general no fue precisamente leve.

Algo completamente normal si se tiene en cuenta que se trata de un ataque directo a una identidad que se asume como tóxica por completo.

Es decir, que aunque se reconoce que hay ciertas conductas que son negativas «en general», estas se asumen como una constante del arquetipo masculino.

Hasta el punto de que haya que centrar toda una campaña pública en llamar la atención sobre ellas.

Si alguien quiere continuar por su cuenta en ese hilo, en el que yo no voy a entrar sino de pasada rasante.

Le aconsejaría buscar a las personas que aluden a que la reacción negativa que se produjo a esta clase de mensajes se debe principalmente a que, como cada vez más figuras públicas (tanto femeninas como masculinas) aluden.

Estaríamos llevando esta dimensión del comportamiento humano hacia una feminización forzada del hombre y, en consecuencia, a una masculinización de la mujer.

Lo cual conlleva una confusión notable si se atacan al mismo tiempo los arquetipos de ambos y se fomenta una guerra de los sexos.

Es decir, que se da una postura extremista en dos vertientes muy marcadas, y cada vez más personas estamos rechazando ese extremismo.

Puesto que consideramos que tanto hombres y mujeres como nuestros respectivos arquetipos somos complementarios y que existen polaridades naturales tanto en comportamiento como en otros aspectos dependientes de nuestra condición biológica que sería absurdo negar…

Si bien entrar en esto nos desviaría mucho del tema, así que me automodero para volver al carril.

(Mi consejo: leed a Camille Paglia si os interesa esta movida.)

Asimismo, la respuesta que recibieron las impresiones de aquellas personas disgustadas por la campaña no deja de ser sorprendentemente hipócrita.

Porque cuando el dedo que señala y las palabras que generalizan apuntan hacia otro lado (es decir, cuando se pasa a hablar de las partes tóxicas de otras identidades, como la femenina o la de «los progres», por dar un ejemplo), la protesta y la indignación son mayores si cabe.

Dejemos de hablar de personas tóxicas, y hablemos de lo que de verdad es tóxico: nuestra conducta y nuestras decisiones, independientemente de nuestro sexo.

Alfonso Alcántara y otras personas ya proponen que no hay gente tóxica de por sí.

Como por su lado proponía Bernardo Stamateas en sus famosos libros; cuyos títulos alimentaban este problema de la «gente tóxica» con su propio título y planteamientos.

A raíz de ellos, en el imaginario popular de la autoayuda se termina extendiendo un rasgo en particular como un halo que define por completo a una persona.

Basta ver sus índices para saberlo: el meteculpas, el quejica, el envidioso…

Recuerda que un único rasgo o actitud no basta para definir a una persona.

Existen actitudes tóxicas que pueden ser esgrimidas por todos nosotros en cualquier momento si ello tiene algún sentido o utilidad para nosotros, ya sea de manera consciente o inconsciente.

La buena noticia es que podemos enmendarnos y no ser una persona tóxica

Y si no lo crees así, pregúntate por qué tu familia, tus mejores amigos o tu pareja no te han abandonado cuando te has pasado de la raya con alguna conducta tóxica.

Ya te garantizo que no es porque sean unos ilusos, a no ser que tú no tengas remedio y prefieran mantenerte cerca para prevenir males mayores.

Algunas de estas conductas tóxicas, de hecho, las aprendemos de forma involuntaria a medida que vamos creciendo y observamos las reacciones de nuestros padres y otros sujetos hacia nuestras acciones particulares.

La manera de identificar cuándo aparece el riesgo de aprender una conducta tóxica es sencilla: a la hora de satisfacer un cierto deseo, ¿qué me funcionó más veces?

Porque, y no nos engañemos, estos son los primeros detonantes de esa clase de conductas.

Antes siquiera de pensar en imitar lo que vemos en los demás, pensamos en lo que nos funciona a nosotros para salirnos con la nuestra.

Entonces, si yo quería satisfacer una necesidad o un deseo y necesitaba que alguien me ayudase con eso.

¿Cuál fue el modo más rápido y de menor esfuerzo para mí de influir en ese resultado?

Pensemos:

  • ¿Fue portarme bien, cumplir con mis deberes y actuar de forma razonable?
  • ¿Armar broncas y escándalos monumentales, romper cosas y dar golpes?
  • ¿Hacerme cargo de mis sentimientos y de mi persona, y preguntar cómo podía lograrlo por mi cuenta o cómo
  • colaborar para lograrlo?
  • ¿Manipular mediante la culpa, la lástima, el victimismo y la fragilidad?
  • ¿Aprender maneras agradables de implicarme con otras personas y de dejar que se impliquen conmigo?
  • ¿Desaparecer o hacer el vacío si no salían las cosas a mi gusto?
  • ¿Argumentar mis deseos y necesidades sin tratar de imponerlos como los únicos válidos, y encontrar puntos en común con los demás?

Probablemente todo en este listado, incluyendo las conductas tóxicas que contiene, nos haya funcionado en mayor o menor medida.

Así pues, y de manera instintiva (pues somos seres adaptativos) hemos recurrido más a menudo y con mayor intensidad a aquello que “nos funcione mejor”.

Dicho de otra forma: tenemos una responsabilidad personal en las elecciones que hacemos, sí; pero tendemos a elegir lo que mejor nos funciona.

Y una vez que pasamos de ese punto donde (lo sepamos o no) nuestra conducta es tóxica, pero aún así nos funciona; podemos vernos en la situación de sentir y creer firmemente que nos es más sencillo buscar compañías a las que les encaje nuestra conducta que trabajar para enmendarnos.

¡Y que se jodan los demás! Al fin y al cabo… ¿El problema lo tienen ellos, no? ¡Yo estoy bien siendo como soy!

Para complementar esta idea, traeremos otro ejemplo a la mesa.

En los programas que manejamos en la Comunidad Fluyendo hay un trabajo muy completo y muy intenso relativo a la identidad.

Del cual ya di unas pinceladas en un texto que escribí en mi blog La Vida es Fluir sobre el “Legendario Personal”.

En el mismo se menciona que existen profesionales, como Mary Catherine Bateson y Dan McAdams, que han dedicado más de una década (en el caso de Dan fueron más de 30 años) a investigar por qué las personas que comparten un mismo trasfondo toman decisiones diferentes en cuanto a su estilo de vida y su conducta.

Para darle sentido a esto, voy extrae un ejemplo de una de las obras dedicadas a este tema y poner como ejemplo más notable de ello a tres hermanos cuyos padres tienen conductas tóxicas: drogradicción, alcoholismo, abusos, y lo que se te ocurra.

En el mencionado ejemplo, cada uno de los hermanos termina esgrimiendo conductas diferentes:

  • Uno llevaba las conductas tóxicas de sus padres a mayores extremos,
  • Otro las rechazaba plenamente y trataba de ser todo lo contrario a sus padres, y el último ni calvo ni con tres pelucas.

Es decir, que tomaban caminos diferentes en la vida, aun a pesar de que los tres hermanos le atribuyen sus decisiones a lo mismo: el ejemplo que tenían en casa.

Por tanto, en los citados estudios se hablaba de que finalmente no es lo que te sucede o el entorno en el que estás lo que define tu conducta.

Sino la manera en la que lo encuadras y lo articulas en un relato vital que para ti es coherente y lo usas para justificar tus decisiones…

Lo cual te puede hacer intoxicarte o empoderarte a ti mismo con tan sólo un giro de perspectiva.

O, en palabras de Dan McAdams, tendrías que observar si estás cimentando tu relato personal en historias de redención y/o en historias contaminantes.

Qué nos dices ¿has descubierto si eres una persona tóxica o te has librado por los pelos?

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