Fidelidad, libertad o amor consciente

¿Fidelidad, libertad o amor consciente?

Hace poco hablaba con una amiga sobre un tema que siempre genera controversia: las relaciones abiertas. Y sus preguntas me dejaron pensando…

Porque, sinceramente, te voy a confesar algo, yo no estoy ni a favor ni en contra. Creo que cada pareja debe encontrar su propio camino, su propio equilibrio y los acuerdos que les hagan sentir bien.

Hay quienes pueden sostener la exclusividad con total naturalidad. Y hay quienes, después de un proceso de autoconocimiento y confianza, descubren que la libertad también puede ser una forma de amor.

Tener libertad no significa usarla

En mi caso, con Sergio, tenemos una relación donde hay libertad, pero eso no quiere decir que la estemos ejerciendo.

Ninguno de los dos ha estado con otras personas desde que estamos juntos, no porque esté prohibido, sino porque no ha surgido y, honestamente, tampoco lo hemos necesitado.

Y eso es importante: tener la libertad no significa tener la obligación de usarla.

A veces la vida te pone en situaciones complejas: una enfermedad, un viaje largo, estrés laboral o incluso una separación temporal por circunstancias familiares.

En esos momentos, las necesidades cambian. Y negar que el deseo y la sexualidad son parte de esas necesidades humanas sería ingenuo.

Para mí, la diferencia entre una infidelidad y una experiencia consensuada está en la honestidad y la comunicación.

Me dolería mucho más que mi pareja me engañara mintiéndome, a que se acostara con otra persona. Prefiero una verdad difícil a una mentira cómoda. Si me lo dice, si me lo explica, si puedo entender desde dónde nace esa necesidad, entonces puedo gestionarlo.

Claro, puede doler, puede despertar mis inseguridades más profundas, pero no necesariamente destruye una relación.

Lo que realmente daña no es el acto en si, sino el engaño, el silencio, la falta de verdad.

Las relaciones no son blanco o negro

Hay parejas que eligen abrir su relación, y no por “moda”, sino por una comprensión más profunda de sí mismos y del vínculo que están construyendo día a día.

Conozco personas, como mis amigos Fran y Diana, que han transitado este camino. Antes de empezar su relación, se enfrentaron a infidelidades, culpa, deseo contenido y frustración en sus relaciones. Con el tiempo, aprendieron que la sinceridad era más sana que vivir con mentiras. Hoy cada uno tiene su espacio, su pareja secundaria, y lo manejan con madurez, respeto y acuerdos claros.

Y así como ellos, hay muchas otras parejas que lo han conseguido. ¿Es fácil? Para nada. ¿Funciona para todas las parejas? Tampoco.

Pero demuestra algo importante: el amor puede tener más colores que el blanco y el negro al que estamos tan acostumbrados.

Amar no es poseer

Hay culturas que entienden el amor y el compromiso de manera diferente.

En algunos países musulmanes, por ejemplo, los hombres pueden tener varias esposas. Puede parecernos injusto o extraño desde nuestra mirada occidental, pero detrás hay un principio que vale la pena observar: la responsabilidad emocional y económica.

Ellos sí que pueden tener más de una esposa, pero solo si pueden mantenerlas a todas y darles una vida digna y segura. Y muchas de esas mujeres no se sienten rivales, sino compañeras. Se apoyan, crían juntas a sus hijos y comparten la vida desde otro lugar. Uno que nosotros seguro nunca podremos entender

¿Es algo que todos podríamos hacer? No lo sé. Creo que no. Porque pienso que nosotros, culturalmente, somos más posesivos y celosos en nuestras relaciones. Nos cuesta entender el amor desde la libertad porque confundimos el amor con la exclusividad.

Pero el amor verdadero no es “tú eres mío”. El amor verdadero es “quiero que estés bien, que seas feliz, aunque no sea conmigo”. Y eso no es tan fácil de aceptar y de vivir.

¿Por qué tanta infidelidad?

Muchas infidelidades no ocurren solo por un deseo físico del cuerpo. A veces las personas buscan atención, ternura, conexión, sentirse vistas, en relaciones donde su pareja no tiene tiempo para ellas o vive ocupada en cosas que lo alejan de la relación.

Puede que la relación sea buena en la cama, pero si emocionalmente hay distancia, si no hay tiempo, si el otro no te mira… se abre un vacío. Y alguien más puede llenarlo, aunque sea momentáneamente.

Por eso es tan importante hablarlo antes de que ocurra y el daño sea aún mayor. Negar los deseos o las carencias no los hace desaparecer, solo los vuelve más fuertes.

No todas las parejas o las relaciones están preparadas para abrir su relación, y no pasa nada. Pero lo que sí podemos hacer todos es cultivar la responsabilidad emocional y revisar qué acuerdos necesitamos para que la relación siga siendo auténtica.

Amor maduro, amor consciente

Yo no creo que haya una fórmula universal para la relación perfecta. Hay amores monógamos que funcionan maravillosamente y hay relaciones abiertas que se sostienen desde la madurez y la autenticidad.

Lo importante es que no se imponga un modelo, sino que cada pareja construya el suyo desde la libertad, el respeto y la honestidad.

Yo, por ejemplo, no sé si podría tener una relación donde haya infidelidad. Porque creo que el amor, en su versión más pura, implica dejar ser al otro, así que prefiero mejor estar en una relación abierta, con responsabilidad emocional y una buena comunicación.

Y eso incluye aceptar que las necesidades cambian, que los deseos evolucionan y que una relación consciente es aquella donde ambos pueden hablar de todo, incluso de lo que duele, de lo que hace falta y de lo que necesitan para ser más felices.

Amar no siempre es retener. A veces es dejar ir, permitir que el otro viva, explore o sienta lo que necesita sentir en este momento.

El amor no se mide por la exclusividad, sino por la capacidad de sostener el vínculo, incluso cuando el deseo o las circunstancias cambian.

Quizás ese sea el verdadero desafío del amor maduro: Amar sin poseer. Confiar sin controlar y Elegir desde la conciencia, no desde el miedo.

💬 Y tú, ¿crees que es posible amar desde la libertad sin perder la conexión?

Actualizado el octubre 1, 2025

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